En 1985, salí a almorzar en una tarde lluviosa. Me puse la chaqueta y, al ver la lluvia, empecé a correr. Crucé dos carriles de la vía y, al llegar al tercero, que confundí con el segundo, fui atropellado. Perdí el conocimiento y no supe nada más de mí hasta despertar en la clínica. Allí me explicaron lo ocurrido: un automóvil me había arrollado y, debido al impacto, los médicos tuvieron que ponerme 33 puntos en la cabeza.

Tiempo después, al regresar al trabajo, un hombre que había sido testigo del accidente se sorprendió al verme con vida. Estaba seguro de que yo no había sobrevivido. Me observaba con asombro hasta que me acerqué a él. Su primera pregunta fue: «¿Usted es usted?» a lo que respondí: «Sí, soy yo».

Luego, me preguntó: «¿A qué santo se acogió? Porque lo que vi fue impresionante».

En ese momento, comenzó a contarle a sus compañeros (eran unos diez conductores de la Aeronáutica Civil) lo que había presenciado. Les decía: «El carro lo lanzó como a 20 metros y luego cayó de cabeza sobre el mismo coche. Parecía que no fue el carro quien lo atropelló, sino él quien chocó contra el carro, porque este quedó como si hubiera colisionado con otro».

Fue en ese instante cuando comprendí la increíble cantidad de energía y resistencia que uno puede tener en situaciones extremas, especialmente sabiendo que yo ya había recibido varios cursos de avanzados y rituales. Además, siempre utilizo mi ropa interior magnetizada.

Agradezco profundamente a la Madre y Maestra Regina «11» por sus enseñanzas y protección.

José Miguel Huérfano Reina – Maestro Jomier

Vilma Guzmán – Redactora